
EDITORIAL
Festejos aplazados. Encuentros con distancia y mascarilla. Cuarentenas. Miedo. Despedidas. Dos años de suspenso en espera de tiempos mejores que también se han dejado sentir en la economía y en la forma de relacionarnos con el mundo. Parecía que nos habíamos acostumbrado a los aforos limitados, a huir de las aglomeraciones, a las medidas preventivas como tarjeta de presentación allá donde hemos acudido, pero la realidad, los hechos, nos dicen que solo estábamos aguardando, acumulando energías para el reencuentro con los nuestros. Y con lo nuestro.
En lo que respecta a la vida social y cultural del municipio de Aínsa-Sobrarbe, era a finales de 2021 cuando, por fin, abríamos la puerta al pasado y volvíamos a regar nuestras raíces llenando de alegría calles y plazas. Muestra de ello el Punchacubas, las actividades navideñas, las hogueras de los Santos Barbudos, la Ferieta, el carnaval o el descenso de navatas.
Llega el verano y con él muchas otras propuestas.
El Festival Castillo de Aínsa cumple treinta y dos años y regresa con espíritu renovado, apelando a lo local, a lo de casa, al kilómetro cero del que tanto nos enorgullecemos. Revive también La Morisma después de cuatro años, y la Expoferia alcanzará de seguro su máximo esplendor en la próxima edición.
Volverán, claro, las fiestas, las verbenas y el alborozo a todos los rincones del municipio.
La espera mereció la pena porque el premio no es otro que volvernos a encontrar, aceptar el camino que nos trajo hasta aquí y abrazarnos en pos de nuevos capítulos que llenen nuestra historia de memorables anécdotas. Nos vemos en las calles, vecinos y vecinas.
Nos lo hemos ganado.
Feliz verano 2022.
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